La pareja que vivió el «brexit», medró en los Países Bajos y da forma a su sueño en una aldea de A Mariña

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Lucía Ferro y José Manuel Ventoso en la aldea donde viven junto a su perro holandés Folerpo.
Lucía Ferro y José Manuel Ventoso en la aldea donde viven junto a su perro holandés Folerpo. PEPA LOSADA

Cuando el Reino Unido firmaba el divorcio, ellos decidían casarse. Vivieron en Cambridge y fueron felices en una Holanda que les dejó crecer. De Eindhoven se mudaron a una aldea de Barreiros de 49 habitantes para dar un giro «moi grande» a su manera de vivir

30 abr 2024 . Actualizado a las 10:35 h.

A esa edad en la que irse a dormir cuesta tanto como levantarse, que clavó Kafka en su Metamorfosis, se conocieron Lucía Ferro y José Manuel Ventoso, cuando estudiaban cada uno en un instituto de Ribadeo. «Unha amiga miña era amiga dunha amiga del», comienza Lucía. En un recreo, una de esas amigas fue a visitar a la otra y el encuentro les pilló de acompañantes. Así se conocieron. «E a base de cruzarnos empezamos a falar», recuerdan de sus principios en el 2009. Cuando la amistad se convirtió en pareja, José ya estaba en la universidad en A Coruña, adonde se desplazó a estudiar Informática. Ella se mudaría un poco después, para formarse como enfermera.

En el 2013, Lucía vio lo difícil que resultaba encontrar trabajo en su sector y tuvo dos opciones: el desempleo o hacer la maleta para procurarse, lejos de casa, una oportunidad laboral.

Aunque como informático José Manuel no parecía tener dificultad en empezar a generar ingresos —«aquí as oportunidades non eran de tanta calidade e percorrido como noutros países», matiza—, viendo que su novia no encontraba empleo, se mostró «encantado» de probar suerte en otro país aquel otoño de hace once años que los llevó a mudarse al Reino Unido.

Él se defendía en inglés. Ella tenía un manejo «terrible» de la lengua de Shakespeare. Aun así, Lucía superó dos entrevistas de trabajo. «Foron por teléfono. Creo que era a necesidade que tiñan de profesionais sanitarios», explica. Los primeros meses se curtió como auxiliar. Fue notable el embrollo burocrático, y eso que estaba por llegar el brexit.

«Tiven que reenviar a documentación varias veces para que ma aceptasen», cuenta Lucía, a la que pidieron que fuese al trabajo el mismo día que puso el pie en el Reino Unido. La pareja se alojó en March, un pueblecito a 40 kilómetros de Cambridge, de mentalidad un poco «tétrica». «Ías a un bar e se algún mozo tropezaba con Lucía non lle pedía perdón a ela, pedíamo a min!», detalla José Manuel, que admite que tuvo sus lapsus a la hora de conducir por el lado izquierdo.

Ella trabajaba en March. Él se desplazaba a Cambridge a diario, entrenándose en lo de conducir a la inglesa. «A maior diferenza é a estabilidade laboral. En Inglaterra hai moito traballo indefinido. No eido sanitario, a diferenza é abismal», asegura Lucía. Los seis primeros meses fueron duros para esta pareja. A ella le llegaron a exigir que trabajase de forma ilegal, «facendo varios turnos seguidos. Esa visión que temos dos ingleses de que sempre son moi formais e seguen moito o protocolo... non é o caso».

En lo laboral, la experiencia de José Manuel como informático fue más positiva que la de su pareja. Trabajó en una gran empresa en la que pudo «crecer desde o principio». «Podía facer tarefas pola miña conta impensables nun júnior, como era eu daquela, pero despois dun ano e medio, de ternos mudado do pequeno pobo a Cambridge, eu tiña a meta de traballar para unha empresa de videoxogos», relata. Pasado año y medio, a José lo aceptaron en esa empresa y la pareja se mudó entonces a Cambridge.

«Mudarnos cambiou moito a historia para mellor. Cambridge é unha cidade moi internacional, como pode ser Londres, pero máis pequeniña», valora Lucía, que tuvo la oportunidad, con la mudanza a la city, de entrar a trabajar en un hospital de referencia mundial y de estar en una unidad de trasplantes de alto nivel. «Confiaban en ti, era un ‘tira pa’diante’. Ao mellor non sabías tanto como deberías, pero esa comunidade internacional que había alí favorecía o compañeirismo e o feito de aprender», considera.

Lucía y José Manuel vivieron en el Reino Unido hasta el 2017, pero no dudaron en volver a Galicia para celebrar su boda. Decidieron casarse a la vez que el Reino Unido tomaba la decisión —aquel junio del 2016— de divorciarse de la UE. Rodeados de los amigos de distintos países que hicieron en el país de adopción, a los que enseñaron la Galicia menos conocida.

TIRAR «OS DADOS»

De vuelta a Cambridge, «Lucía enfadouse cun dos profesionais máis prestixiosos da medicina mundial», revela José. «Atopeime co típico profesional que se cre Dios», explica ella, que argumenta que «traballar con persoas non é facer probas con produtos; e defender isto supón lidiar con esas persoas que queren máis experimentar que coidar». La experiencia de Lucía en Cambridge la ayudó a aprender el inglés a marchas forzadas para desenvolverse en el trabajo, y dio forma definitiva a su vocación de escritora. En la novela Resaibo amargo, Lucía Ferro exprime esa experiencia desde la investigación, sacando a la luz prácticas abusivas de la industria farmacéutica.

Con el ambiente que cundía en el país tras el referendo que dijo sí el brexit, las cosas «empezaron a empeorar». «A un paciente de orixe estranxeira e outro inglés chegamos a ter que poñelos en habitacións diferentes para que non houbese conflito», detalla la enfermera que dejó la bata por la tecla.

Como «tirando os dados a ver que pasaba», la pareja volvió a A Mariña cerrando el «capítulo Inglaterra» en el 2017, pensando en probar suerte en otro país. El deseo era quedarse en Europa y a José no tardó en salirle trabajo en los Países Bajos, en TomTom. Lucía se fue con él. En cuanto llegaron, ella se puso «a tope» con el holandés para que el idioma no frustrase la búsqueda de trabajo. En seis meses tuvo el nivel de holandés «suficiente» para ejercer.

¿El Reino Unido o los Países Bajos en calidad de empleo y de vida? «Ao chegar a Holanda, eu cobraba o mesmo que os dous xuntos en Inglaterra!», revela José. El poder adquisitivo de la pareja en Holanda pasó a ser el doble respecto al Reino Unido, «pero en Holanda tiñas que pagar á parte o seguro médico». La diferencia es grande en lo cultural y lo social. «En Inglaterra a vida social non a teñen moi exercitada. Podes ter un traballo cómodo e non hai máis. Nos Países Baixos, o ambiente anima máis a facer actividades con compañeiros de traballo, tómase en serio o momento cafecito con galletas...!», sonríe Lucía.

La empresa de José les facilitó la búsqueda de casa en los Países Bajos («a burocracia funciona pero é moi exhaustiva alí»). «Hai moitos organismos de apoio aos estranxeiros. Teñen unha boa política de integración, que entende que o estranxeiro se vai converter rapidamente nun cidadán funcional», valora la pareja, que añade en qué suele marcarse la diferencia entre «expatriados e inmigrantes». Digamos que están los que llegan sin preparación, y los que se emplean en empresas que necesitan profesionales preparados.

En Holanda, Lucía comenzó a escribir artículos de opinión en inglés en la plataforma Medium. «Os meus amigos animáronme a facer algo con maior profundidade». Y Lucía se enfrascó en una novela. «Compaxino galego e inglés na escrita porque penso que, cando aprendemos unha segunda lingua, hai áreas no cerebro que se desbloquean. Parece que nunha lingua distinta á nosa nos sentimos protexidos para expresar certas cousas», explica la autora del thriller En Brandán.

José Manuel sigue con su contrato holandés, viviendo a caballo entre Eindhoven [donde nació la empresa Philips] y A Mariña. En la tierra que les vio nacer a los dos, la pareja que emigró unida da forma a su sueño de vivir en el campo, de tener un huerto para autoabastecerse y de estar en contacto «co que é a vida de aldea en Galicia».

En A Rilleira, un lugar de la parroquia de Cabarcos, en Barreiros, viven de alquiler en una casa que quieren comprar. «A idea, cando rematemos de mudarnos de Holanda, é vender o piso que compramos alá e mercar a casa».

Así se escribe el principio de «un cambio moi grande na maneira de vivir» que rompe con el estrés de la vida urbanita que les ayudó a medrar... Para luego volver a sus raíces y empaparse de esa cultura que reproduce al escribir desde el corazón de una aldea la escritora que surgió del brexit. Y a la que siempre acompaña el perro Folerpo, un peludo holandés al que parece sentarle bien la vida en el campo...

«Todo o verán estivemos surtidos de pementos, ovos, tomates e froitas que nos ían dando os veciños dos seus hortos... A acollida dos veciños foi moi boa», asegura la pareja más joven de este lugar en el que viven, lejos del estrés, 49 personas.